El desarrollo infantil es un proceso complejo donde la familia se convierte en el primer contexto de convivencia y de actuación del niño, donde irá modelando su construcción como persona a partir de las relaciones que allí establezca y según sean atendidas sus necesidades básicas.
Así, los padres tienen una misión muy compleja con sus hijos que responde a dos objetivos: Establecer pautas de educación coherentes y consistentes, que brinden al niño un sentimiento de vinculación y pertenencia, dotándole por tanto de raíces, y entender las potencias y dificultades del niño, para ayudarle a crecer y desarrollarse como ser individual y adaptarse al entorno en el que vive, es decir darle alas.
Nunca se duda que cada padre quiere lo mejor para su hijo y e intenta lo mejor para su hijo pero en determinados casos y ante infinitud de circunstancias estos objetivos se ven truncados.
Los padres y la escuela son usualmente los primeros en reconocer cuando un niño tiene un problema emocional o de comportamiento, pero la decisión de buscar ayuda profesional puede ser difícil. Uno se resiste quizás porque considera que no le van a decir nada nuevo o que en caso de hacerlo será cómo poner en entredicho sus capacidades. Sin embargo, pedir ayuda es una actitud madura y puede ser de gran utilidad porque permite compartir el problema con un profesional que oriente a la familia y sirva de apoyo, ya que en la mayoría de ocasiones los problemas infantiles genera un gran desgaste emocional, físico y de la interacción padres-hijos.
Es frecuente también que los padres no sepan o duden si la conducta del niño es propia de la edad y se disipara con el tiempo o si realmente es tan problemática, esto es un criterio muy subjetivo pero hay situaciones que en general pueden indicar la necesidad de acudir a un profesional:
El psicólogo puede ayudar a la familia y al menor a enfrentar las dificultades presentes. Este es un buen recurso no sólo cuando hay un trastorno establecido sino que también puede ayudar a la familia ante conflictos cotidianos o en un momento puntual de crisis.
El lenguaje es un sistema complejo que comprende diferentes subsistemas y que los niños deben ir aprendiendo progresivamente. Todos los niños tienen problemas en determinados aspectos del lenguaje pero que se superan con el tiempo. Si esto problemas no se superan y se mantienen en el tiempo, podemos encontrarnos con un trastorno del lenguaje o de la comunicación. Estos suelen ser diagnosticados a edades muy tempranas, en torno a 3- 5 años, son más frecuentes en niños que en niñas y tienen una prevalencia de entre el 3 y 5% respecto a la población general.
Dentro de estos trastornos encontramos varios tipos:
Trastornos de la pronunciación, trastorno fonológico o dislalia
Se define como la incapacidad persistente para utilizar los sonidos del habla esperables evolutivamente y propios de la edad e idioma del sujeto. Se caracteriza, principalmente, porque el niño omite o pronuncia los fonemas de forma inadecuada y el lenguaje a veces resulta ininteligible.
Trastornos de la expresión del lenguaje
Se trata de un trastorno en el que la capacidad para la expresión oral es marcadamente inferior al nivel adecuado para su edad mental, pero en el que la comprensión del lenguaje está dentro de los límites normales. Pueden existir o no alteraciones en la pronunciación.
Aunque hay una considerable variación individual en el desarrollo normal del lenguaje, la ausencia de palabras simples alrededor de los dos años o el fracaso de frases sencillas de dos palabras hacia los tres años, pueden ser signos llamativos. A partir de esta edad, los niños con este trastorno presentan:
– una limitación del desarrollo del vocabulario
– uso limitado del número de palabras
– dificultades en la elección de las palabras adecuadas
– sustitución de unas palabras por otras
– utilización de frases cortas y estructuración inmadura
– errores sintácticos (en especial omisiones de finales de palabras o prefijos) y errores u omisiones de elementos gramaticales concretos, como preposiciones, pronombres, artículos, etc.
– problemas en la memorización de frases o palabras.
Trastorno de la Comprensión del lenguaje
Se trata de un trastorno específico en la comprensión del lenguaje (tanto oral como escrito) sin que existan problemas en la expresión del lenguaje. No obstante, es muy frecuente que cuando hay problemas de comprensión del lenguaje también aparezcan problemas en la expresión del mismo…
Tartamudeo o disfemia
Se define como la alteración persistente en la fluidez y la organización temporal del habla adecuadas para la edad del sujeto. Se caracteriza alguno de los siguientes fenómenos:
– repeticiones de sonidos y sílabas
– prolongaciones de sonidos
– interjecciones
– palabras fragmentadas (p. ej., pausas dentro de una palabra)
– bloqueos audibles o silenciosos
– circunloquios (sustituciones de palabras para evitar palabras problemáticas)
– palabras producidas con un exceso de tensión física
– repeticiones de palabras monosilábicas
Los trastornos de aprendizaje pueden ser definidos como, la incapacidad persistente para adquirir de forma eficiente determinadas habilidades académicas (ya sea lectura, escritura, cálculo, dibujo, etc.), y que ocurren a pesar de que el niño tenga una inteligencia normal, siga una escolarización adecuada y su entorno socio-cultural sea favorable.
Constituyen un conjunto de problemas que interfieren significativamente en el rendimiento escolar, dificultando el adecuado progreso del niño y la consecución de las metas marcadas en los distintos planes educativos. Suelen ser detectado con mayor frecuencia después de los 7 años.
Dentro de estos trastornos encontramos varios tipos que afectan a diferentes capacidades:
Dislexia
La dislexia se define como un trastorno que genera problemas en el aprendizaje y el uso del lenguaje, la lectura y la escritura, ya que se ven afectadas las áreas básicas del proceso fonológico y de decodificación de palabras aisladas. La lectura y la escritura son los instrumentos necesarios en los que se basan todos los aprendizajes, por lo que sus déficits influyen de manera negativa en el rendimiento escolar y, suelen aparecer en el niño problemas de tipo social y emocional.
Los síntomas más característicos son:
Etapa Infantil (de 2 a 6 años):
– Retraso en el lenguaje.
– Confusión de palabras que tienen una pronunciación similar.
– Dificultades expresivas.
– Dificultad para identificar las letras.
– Dificultad para identificar los sonidos asociados a las letras,correspondencia fonema-grafema.
– Lectura en espejo.
– Desarrollo lento del vocabulario y retraso en el desarrollo del habla con dificultades para articular o pronunciar palabras.
– Inmadurez en el conocimiento de las partes de su cuerpo.
– Retraso para memorizar los números, el abecedario, los días de la semana, los colores y las formas.
– Las nociones espaciales y temporales están alteradas, a menudo se confunde la derecha con la izquierda y no se orienta correctamente en el tiempo.
Etapa Primaria (de 6 a 12 años):
– Lectura con errores y muy laboriosa.
– Lectura correcta pero no automática.
– Dificultad para conectar letras y sonidos y para descifrar las palabras aprendidas.
– Dificultad para decodificar palabras aisladas.
– Presenta más dificultades para leer pseudopalabras o palabras desconocidas.
– Sustituye e invierte las letras, cambia el orden e invierte números.
– Lentitud en la lectura.
– Las materias relacionadas con la lectura son las que más le cuestan, nunca le ha gustado leer cuentos ni escribir.
– Invierte letras, números y palabras.
– Confunde derecha e izquierda y escribe en espejo.
– Dificultades ortográficas no adecuadas a su nivel educativo.
– No logra escribir pensamientos, ni organizarlos.
– Suele tener dificultad para trasladar el pensamiento oral al escrito.
– Letra ilegible y desordenada
Trastorno especifico de la lectura:
Se caracteriza porque el rendimiento en lectura, se sitúa por debajo de lo esperado dados la edad cronológica del sujeto, su coeficiente de inteligencia y la escolaridad propia de su edad sin que haya otras dificultades presentes. Lo más frecuente es encontrar problemas tanto en lectura como en escritura, pero en determinados casos solo aparecen problemas en la lectura.
Las características principales son:
– Lectura con errores y muy laboriosa.
– Lectura correcta pero no automática.
– Dificultad para conectar letras y sonidos y para descifrar las palabras aprendidas.
– Dificultad para decodificar palabras aisladas.
– Presenta más dificultades para leer pseudopalabras o palabras desconocidas.
– Sustituye e invierte las letras, cambia el orden e invierte números.
– Lentitud en la lectura.
– Las materias relacionadas con la lectura son las que más le cuestan, nunca le ha gustado leer cuentos ni escribir
Trastorno especifico del cálculo o discalculia
Se trata de la dificultad para la adquisición de las habilidades matemáticas en niños con una inteligencia normal y con una formación académica adecuada o estándar.
Las características principales son:
– Contar con los dedos.
– Dificultades para contar hacia atrás.
– Les cuesta manipular cifras grandes, como centenas y millares.
– Dificultades para saber qué operación hay que aplicar para resolver un problema.
– Les cuesta memorizar las tablas de multiplicar.
– Errores al escribir los números al dictado.
– Le dedican mucho tiempo y esfuerzo a los deberes de matemáticas
Disortografía:
Dificultad persistente para respetar la estructuración gramatical del lenguaje que es excesiva para la edad del niño y su nivel de inteligencia. Estas alteraciones suelen estar asociadas a problemas de dislexia. Los errores más frecuentes son los siguientes.
– Sustitución de fonemas vocálicos o consonánticos que se pronuncian parecido (f/ z, t/d, p/ b).
– Omisiones: (pado por prado)
– Adiciones: de grafemas (carata por carta), de sílabas (cocheche por coche) o, de palabras.
– Inversiones: de grafemas (caos por caso), de sílabas o palabras .
– Errores visoespaciales: sustitución de letras que se diferencian por su posición espacial (d/ b, p/ b) o por sus características visuales (m/ n, a/ e).
– Confusión con fonemas que admiten doble grafía, pero suenan igual (b/ v, ll/ y).
– Confusión en palabras que admiten dos grafías en función de las vocales /g/, /k/, /z/, /j/. como gato, guerra, zapato, cecina, jarro, girasol.
– Dificultad para asociar fonemas con grafemas.
– Dificultad para separar la palabra en sílabas (pa-la), o unir sílabas de diferentes palabras (de limón).
– No respetar la regla, M antes de p y b.
– Ausencia de signos de puntuación (tildes,comas,puntos).
– No respetar mayúsculas después de punto o al principio de la frase.
Dificultad persistente en la grafía del lenguaje escrito que es excesiva para la edad del niño y su nivel de inteligencia En este caso, los textos escritos que realiza en niño pueden resultar indescifrables. El niño con digrafía suele adoptar posturas poco convencionales para la escritura, la sujeción del bolígrafo no la realiza de forma correcta y falla en la velocidad y presión de la escritura. Las dificultades más frecuentes son las siguientes:
– Trazos no uniformes, varían constantemente.
– Distinto tamaño en palabras y letras. Pueden variar en el mismo párrafo.
– Los movimientos al escribir son lentos y rígidos. Esto hace que además se cansen pronto de escribir.
– Dificultades para organizar las letras dentro de la palabra o de la frase. La separación entre letras en una misma palabra es irregular, pueden escribir la palabra “bueno”, por ejemplo, con un espacio entre la “b” y la “u” correcto y de repente el espacio entre la “u” y la “e” es mayor, “bu – eno” ,
– Postura incorrecta: o mantienen el tronco muy cerca de la mesa, o inclinan en exceso un lado del cuerpo. Este tipo de posturas, les fatiga más.
– En la mayoría de los casos presentan errores ortográficos y gramaticales, tanto en la expresión escrita como en la verbal.
– Tienden a escribir de forma desorganizada en la hoja, y a cometer errores ortográficos, como por ejemplo omitir los signos de puntuación.
Es fácil detectar a estos niños, puesto que durante las primeras etapas de la escolarización la mayoría de actividades se realizan por escrito, ya sea escribir, pintar o rellenar figuras.
Los problemas escolares no están contemplados como trastornos en sí mismo, y el único criterio para evaluar el éxito o el fracaso escolar son las notas. El fracaso se traduce en suspensos masivos, no hablamos de uno o dos suspensos en alguna evaluación, que pueden ser absolutamente normales y superables, sino de calificaciones negativas masivas de forma constante.
Estos problemas suelen comenzar a partir de los 6-7 años, cuando comienzan la etapa de primaria y les exigen mayor esfuerzo e independencia. En algunos casos pueden tener relación con algún trastorno, como por un trastorno del lenguaje, un trastorno del aprendizaje o un déficit de atención, no obstante, los trastornos no son las únicas razones que pueden provocar un bajo rendimiento sino que, existen otros factores como problemas emocionales, problemas de motivación o falta de hábitos de estudio. Este último punto es clave ya que si el niño no tiene un buen hábito, siguiendo una metodología apropiada, es más fácil que el niño obtenga mejores resultados y que su motivación por el colegio y el estudio, aumente.
Dado que no es lo mismo que el bajo rendimiento escolar esté ligado a un trastorno o no, hemos de ser cuidadosos a la hora de determinar sus causas para poder establecer las estrategias adecuadas.
Este trastorno se caracteriza por una dificultad para mantener la atención voluntaria junto a la falta de control de impulsos y un exceso de actividad. En función de cuáles de estos síntomas predominen se reconocen tres subtipos: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado, siendo este último el más frecuente. Este cuadro genera estrés familiar y problemas académicos y sociales que frecuentemente genera síntomas secundarios como problemas emocionales, así como una importante disminución de la autoestima. Actualmente, es uno de los trastornos más comunes en los niños, lo padecen entre un 5 y un 10 % de los niños y se da más en los niños que en las niñas.
Dentro de los síntomas encontramos tres grandes áreas:
Desatención:
– No presta atención suficiente a los detalles o comete errores por descuido en las tareas o actividades
– Tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas
– Parece no escuchar cuando se le habla directamente
– No finaliza tareas escolares, encargos, u obligaciones
– Tiene dificultades para organizar tareas y actividades
– Evita o le disgusta dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido
– Pierde objetos necesarios para tareas o actividades
– Se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes
– Es descuidado en las actividades diarias
Hiperactividad
– Mueve en exceso manos o pies, o se remueve en su asiento
– Abandona su asiento en la clase o en situaciones en que se espera que permanezca sentado
– Corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo
– Tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio
– Parece “estár en marcha” o suele actuar como si tuviera un motor
– Habla en exceso
Impulsividad
– Precipita respuestas antes de haber sido completadas las preguntas
– Tiene dificultades para guardar tumo
– Interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (p. ej. se entromete en conversaciones o juegos)
Todos estos síntomas tienen que darse durante al menos seis meses y en dos ambientes, como por ejemplo en casa y en la escuela, estando presentes los síntomas antes de los 7 años.
Las conductas infantiles disruptivas son normales en determinadas etapas del ciclo vital, y pueden estar presentes sin que afecte de forma grave a la vida del menor y su familia. Sin embargo, cuando la magnitud, frecuencia o perseverancia de las mismas son excesivas pueden necesitar la intervención de un profesional, ya que supone una dificultad en su adaptación en el medio escolar, familiar y social así como en su propio desarrollo.
En líneas generales estos niños se caracterizan porque son niños que no aceptan crítica o corrección alguna; suelen mostrar reacciones emocionales intensas ante cualquier situación o respuesta que conlleve la frustración de sus intereses o apetencias del momento; con reducida capacidad de adaptación y en general, con un comportamiento agresivo y desobediente. Dentro de la psicología se consideran dos formas graves de problemas de conducta: el trastorno disocial y el trastorno negativista desafiante. Sin embargo, existen problemas de conducta de menor gravedad que no pueden catalogarse como trastornos psicológicos pero que igualmente pueden requerir intervención por parte de un profesional. Así, es importante diferenciar varios tipos de conductas disruptivas y conocer las edades en que estas conductas pueden considerarse normales, teniendo siempre en cuenta la frecuencia y magnitud de las mismas:
La Desobediencia
En determinadas ocasiones los niños y niñas se muestran reacios a seguir las pautas de comportamiento que les dan los adultos. Es normal que, en algún momento de su desarrollo, los pequeños muestren desobediencia y que cuestionen lo que se les pide que hagan o se nieguen a hacerlo. La desobediencia y la oposición comienzan en torno los dos años, y todavía alrededor de los 8 años de edad es normal que los niños discutan todas las exigencias impuestas por sus padres, normalmente para poner a prueba a sus padres y también, como forma de alcanzar la independencia y autonomía.
Se habla desobediencia cuando el menor:
– No realiza una conducta que ordena un adulto.
– Se le pide que interrumpa su conducta actual y el niño no interrumpe la conducta.
– No realiza una conducta que se ha establecido que por norma tiene que realizar.
– Lleva a cabo conductas que explícitamente se han prohibido.
Si la desobediencia se generaliza, y se hace algo común en la conducta de los niños, entraremos en una lucha constante y continua, difícil de manejar y que se llega a convertir en un problema familiar. En estos casos, nos encontramos con niños y niñas que no obedecen por sistema, constantemente desafían las indicaciones de los mayores, y tratan de hacer lo que ellos quieren y cuando quieren.
Las rabietas
Una rabieta es un enfado grande, que dura poco y se produce, frecuentemente, por un motivo poco justificado. Si a esto le añadimos un llanto fuerte y duradero hablaremos de berrinche. Ambos son frecuentes en niños de 2 a 4 años debido a que su escaso lenguaje no les permite comunicar sus estados físicos y emocionales de otra manera. Suelen darse ante situaciones de sobrestimación, cansancio, desagrado…
Agresividad
Hablamos de agresividad cuando provocamos daño físico o psíquico a una persona animal u objeto de forma intencionada. En el caso de los niños, la agresividad se presenta, generalmente, en forma directa, ya sea en forma de acto violento físico (patadas, empujones,…) o verbal (insultos, palabrotas,…).
Los arrebatos de agresividad son un rasgo normal en la infancia pero, algunos niños persisten en su conducta agresiva y en su incapacidad para dominarla. El comportamiento agresivo complica las relaciones sociales que va estableciendo a lo largo de su desarrollo y dificulta, por tanto, su correcta integración en cualquier ambiente. Además, la agresividad en la infancia suele tener una alta correlación, tanto en la adolescencia como en la edad adulta, con otras patologías.
Es importante la detección temprana de conductas agresivas excesivas y frecuentes para la prevención de trastornos y conductas de mayor gravedad.
Tanto la desobediencia como la agresividad pueden darse en niños en formas más extremas, dando lugar a los trastornos de conducta, entre los que encontramos:
Trastorno disocial
Se caracteriza por patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de otras personas o normas sociales importantes propias de la edad y tiene su inicio antes de los 18 años. Las características principales son:
Agresión a personas y animales
– Fanfarronea, amenaza o intimida a otros
– A menudo inicia peleas físicas
– Ha utilizado un arma que puede causar daño físico grave a otras personas (p. ej., bate, ladrillo, botella rota)
– Ha manifestado crueldad física con personas o animales
– Ha robado enfrentándose a la víctima (p. ej., ataque con violencia, arrebatar bolsos, extorsión, robo a mano armada)
– Ha forzado a alguien a una actividad sexual
Destrucción de la propiedad
– Ha provocado deliberadamente incendios con la intención de causar daños graves
– Ha destruido deliberadamente propiedades de otras personas
Fraudulencia o robo
– Ha violentado el hogar, la casa o el automóvil de otra persona
– A menudo miente para obtener bienes o favores o para evitar obligaciones
– Ha robado objetos de cierto valor sin enfrentamiento con la víctima
Violaciones graves de normas
– A menudo permanece fuera de casa de noche a pesar de las prohibiciones paternas, iniciando este comportamiento antes de los 13 años de edad
– Se ha escapado de casa durante la noche por lo menos dos veces.
– Suele hacer novillos en la escuela, iniciando esta práctica antes de los 13 años de edad
Trastorno negativista desafiante
Consiste en un patrón de comportamiento negativista, hostil y desafiante que dura por lo menos 6 meses y que suele darse en un solo contexto frecuentemente el familiar.
Sus manifestaciones principales son:
– A menudo se encoleriza o tiene pataletas
– A menudo discute con adultos
– A menudo desafía activamente a los adultos o rehúsa cumplir sus obligaciones
– A menudo molesta deliberadamente a otras personas
– A menudo acusa a otros de sus errores o mal comportamiento
– A menudo es susceptible o fácilmente molestado por otros
– A menudo es colérico y resentido
– A menudo es rencoroso o vengativo
Miedos
A lo largo del desarrollo infantil existen una serie de miedos que se consideran normales: los miedos evolutivos:
0 – 2 años: Pérdida brusca de la base de sustentación, ruidos fuertes, separación de los padres, animales, extraños, heridas, y oscuridad.
3 – 5 años: separación de los padres, animales, oscuridad, daño físico y personas disfrazadas.
6 – 8 años: separación de los padres, animales, oscuridad, daño físico, seres imaginarios (brujas, fantasmas, monstruos…), tormentas, soledad, muerte y escuela.
9 – 12 años: animales, daño físico, escuela (exámenes, suspensos), aspecto físico, relaciones sociales y muerte.
18 años: escuela, aspecto físico, relaciones sociales y muerte.
Fobias:
En algunos casos estos miedos se prolongan en el tiempo o se dan de forma desproporcionada y exagerada apareciendo las fobias.
Estas se caracterizan por:
Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p. ej., volar, precipicios, animales, administración de inyecciones, visión de sangre). En los niños las fobias pueden manifestarse en forma de:
– Lloros
– Berrinches
– Abrazos
– Inhibición
– Evitación de las situaciones u objetos temidos
– Puede que no reconozcan lo irracional o excesivo de su miedo
Las fobias que más temprano aparecen suelen ser fobias específicas, como fobia a los animales, a las alturas o ante determinados lugares, mientras que la fobia social suele ser más característica de niños entre 9 y 12 años.
Los niños, como los adultos, sienten una gran variedad de emociones sobre lo que les ocurre. A veces, el mundo que les rodea parece incierto o peligroso y sienten miedo o preocupación. Aprender a reconocer las situaciones de peligro o incertidumbre y controlarlas adecuadamente es parte importante del desarrollo, y los niños con trastornos de ansiedad tienen dificultades en este aspecto, experimentando un miedo intenso que puede durar largos períodos de tiempo y afectar significativamente sus vidas.
Podemos reconocer la ansiedad infantil a través de conductas como:
– Llora o tiene una alta activación fisiológica ante determinadas situaciones cotidianas.
– Incluso aunque no esté en presencia del estresor, lo anticipa, sufriendo durante el resto del tiempo. Se muestra tenso o preocupado y descentrado durante el día.
– Muestra conductas de evitación o rechazo ante lo que le da miedo. A veces estas conductas pasan desapercibidas puesto que evitan de manera disimulada, por lo que conviene observar y conocer bien al niño.
– Puede presentar irascibilidad, pérdida de apetito, trastornos del sueño.
– Se muestran especialmente apegados a los padres y verbalizan frases relacionadas con su miedo.
En la infancia lo más común dentro de estos problemas son los miedos desadaptativos, las fobias y la ansiedad de separación. No obstante pueden darse cualquier tipo de trastorno de ansiedad como la ansiedad generalizada, trastorno de pánico, trastornos obsesivo compulsivo o el trastorno de estrés postraumático si bien son más comunes en la adolescencia y edad adulta ( ver adultos).
Ansiedad de separación:
Es la ansiedad que siente el niño al separarse de una persona con la que se siente vinculado. Suele aparecer cuando el niño debe desplazarse, por un viaje, una excursión, por ir a jugar a casa de un amigo o acudir a la escuela. También aparece cuando son los padres quienes se desplazan, por un viaje o cualquier otra causa. Este miedo proviene de la creencia por parte del niño de que algo malo va a ocurrir o que algo va a ocurrir que no permitirá ver de nuevo a los seres queridos. Las características más frecuentes son:
– Malestar excesivo y recurrente cuando ocurre o se anticipa una separación respecto del hogar o de las principales figuras vinculadas
– Preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida de las principales figuras vinculadas o a que éstas sufran un posible daño
– Preocupación excesiva y persistente por la posibilidad de que un acontecimiento adverso dé lugar a la separación de una figura vinculada importante
– Resistencia o negativa persistente a ir a la escuela o a cualquier otro sitio por miedo a la separación
– Resistencia o miedo persistente o excesivo a estar en casa solo o sin adultos significativos en otros lugares
– Negativa o resistencia persistente a ir a dormir sin tener cerca una figura importante o a ir a dormir fuera de casa
– Pesadillas repetidas con temática de separación
– Quejas repetidas de síntomas físicos (como cefaleas, dolores abdominales, náuseas o vómitos) cuando ocurre o se anticipa la separación respecto de figuras importantes de vinculación
La depresión infantil es un trastorno poco frecuente, sin embargo, se estima que un 2,5% de los niños y un 8% de los adolescentes sufren depresión. Hasta los 12 años afecta por igual a niños y a niñas y después es más frecuente en niñas.
Cada niño es único en su personalidad y en la manera de aceptar los cambios que se producen en su vida, y para sospechar que un niño tiene depresión es necesario conocerlo muy bien y saber qué es realmente normal en su comportamiento.
Algunas de las características que pueden ser signos de alarma encontramos:
– Está continuamente triste, llora con más facilidad
– Ha perdido el interés por los juegos preferidos y por la escuela
– Se aleja de sus amigos y de la familia
– Presenta una comunicación pobre
– Se aburre y se cansa con facilidad
– Presenta menos energía o concentración
– Está irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, montando rabietas o berrinches con más facilidad
– Se le nota extremamente sensible hacia el rechazo y el fracaso
– Expresa baja autoestima, depreciándose a sí mismo
– Se queja constantemente de dolores tales como de cabeza o de estómago
– Duerme demasiado o muy poco
– Come demasiado o muy poco
– Se comporta de una manera agresiva: Curiosamente, en los niños se da, en relación con la depresión, un tipo de conducta que no es habitual en los adultos y que sin embargo es muy corriente en los niños, la agresividad.
Hay que señalar que, en muchas ocasiones, los niños se sienten cansados, tristes, irritables o culpables y por ello, es preciso diferenciar la tristeza, el desinterés o la falta de apetito que entran dentro de la normalidad o que está causada por determinados eventos, de los síntomas que corresponden con una depresión infantil. Para diferenciar lo que podría considerarse “normal” de aquello que consideraríamos “síntoma” de depresión hay que valorar:
– La frecuencia, intensidad y duración de estos comportamientos.
– El grado de interferencia que producen los síntomas en la vida diaria del niño.
– Los síntomas en relación a los niveles previos y al funcionamiento habitual del niño. Así, por ejemplo, no mostrar interés por jugar al escondite con los compañeros de clase, no puede ser considerado como un síntoma cuando anteriormente el niño tampoco mostraba interés por esta actividad.
Dentro de los trastornos de la alimentación se suele hablar de anorexia y la bulimia, pero ambos son trastornos que suelen surgir a partir de la adolescencia y principios de la edad adulta, entre 14 y 25 años (ver adolescentes). Sin embargo, en la infancia también pueden surgir problemas en la alimentación, que bien puede deberse a trastornos graves generados por diferentes causas físicas o psicológicas, o bien pueden deberse a la adquisición de un mal hábito alimentario.
Malos hábitos alimentarios:
En la educación de los niños y niñas casi siempre se habla de hábitos. Un hábito, es un comportamiento adquirido por repetición de actos iguales (rutinas).La alimentación de los niños es uno de los pilares de su desarrollo y estado de salud, por eso hay que poner todos los medios para que adquieran desde la más tierna infancia buenos hábitos, pero en ocasiones esto se dificulta. Los problemas más comunes en la infancia:
– Sólo consumen cierto tipo de alimentos y se niegan con un miedo casi irracional a la idea de probar o introducir en su dieta otros alimentos fuera de los acostumbrados. Generalmente las verduras y las frutas son los alimentos más resistidos.
– Falta de apetito o emplear un tiempo excesivo para comer, entreteniéndose con cualquier cosa.
– Comer rodeados de juguetes o con muchos entretenimientos ya que si no, dejan de comer.
– La negación a tomar alimentos sólidos. Solo ingesta alimentos líquidos o triturados.
Pica
Ingestión persistente de sustancias no nutritivas durante un período de por lo menos 1 mes y a partir de los dos años, ya que antes de esta edad se consideran conductas normales.
Trastorno por rumiación
Regurgitaciones repetidas, sin náuseas o enfermedad gastrointestinal por lo menos durante un mes, tras un período de funcionamiento normal, asociada a pérdida de peso o incapacidad para alcanzar el peso normal.
Trastorno de la ingestión alimentaria de la infancia o la niñez
Alteración de la alimentación manifestada por una dificultad persistente para comer adecuadamente, con incapacidad significativa para aumentar de peso o con pérdidas significativas de peso durante por lo menos 1 mes. La alteración no se debe a una enfermedad gastrointestinal ni a otra enfermedad médica asociada y la edad de inicio del trastorno es anterior a los 6 años.
Pesadillas
Suelen ser sueños largos y elaborados, que producen un intenso temor y dejan un recuerdo vivido. Suelen provocar el despertar del niño y este es capaz de recordar los sueños que ha tenido. Las pesadillas, al dejar una sensación de temor prolongada, pueden provocar dificultades para volver a conciliar el sueño y desembocar en problemas de insomnio. Son muy frecuentes entre los 3 y 6 años y ceden espontáneamente en la adolescencia. No obstante, en algunos casos, el malestar que generan lleva a recurrir a un profesional que ayude al niño. Suelen tener su origen en eventos estresantes o problemas emocionales.
Terrores nocturnos
Los terrores nocturnos se caracterizan porque el niño se levanta en mitad de la noche con un grito y presenta gran activación fisiológica, llanto brusco y expresión de temor en la cara. Es muy difícil despertarlo, ya que el niño se encuentra dormido en el momento del episodio y si se consigue despertar, es muy difícil calmarlo y consolarlo. Al despertar no recuerda nada del episodio. Aparecen en torno a los 2-3 años y remiten con la adolescencia.
Sonambulismo
Se caracteriza porque el niño se sienta en la cama con los ojos semiabiertos y fijos. En la mayoría de ocasiones se levantan y rondan por la casa. Suele aparecer entre los 4 y 14 años.
Insomnio:
Las necesidades de sueño varían considerablemente. No hay un patrón de sueño homogéneo y lo que necesita un niño no tiene por qué ser aplicable a otro. Sin embargo, si le cuesta regularmente conciliar el sueño o mantenerlo a lo largo de la noche, o si se encuentra cansado y soñoliento durante el día, se debe sospechar la existencia de un problema de sueño o de los hábitos que conducen a éste.
Algunas causas conductuales y psicológicas de los problemas de sueño infantiles.
Malos hábitos:
Los problemas de sueño en la infancia por hábitos erróneos suele ser común entre los 6 meses y 5 años. En algunos casos, los niños tienen dificultades para iniciar el sueño solos y mantienen una resistencia constante a acostarse necesitando ayuda para ello. En otros, el problema no se debe a iniciar el sueño, sino a despertarse por la noche y no poder volver a dormirse, debido a que los estímulos que asocian al inicio de sueño no están presentes a mitad de la noche cuando se despiertan (papá o mamá, luz, cuento…).Por otra parte, los niños necesitan de la rutina para desarrollar los hábitos de sueño, y a veces, el problema puede provenir de la existencia de horarios familiares excesivamente irregulares. Otra causa frecuente de las dificultades para iniciar el sueño es la realización de siestas largas por la tarde.
Problemas emocionales:
Determinadas circunstancias y situaciones que preocupan al menor pueden ser causa de insomnio
Encopresis
Muchos niños consiguen el control de esfínter vesical entre los 2 y 3 años, y la gran mayoría adquiere el control antes de los 4 años. En los casos donde el niño no consigue el control del esfínter vesical, se habla de encopresis (siempre que el niño tenga al menos 4 años). Este trastorno se da más en niños que en niñas, y es más frecuente que los episodios se den por el día que por la noche.
La encopresis se caracteriza por:
Evacuación repetida de heces en lugares inadecuados (p. ej., vestidos o suelos), sea involuntaria o intencionada durante un mínimo de 3 meses y al menos una vez al mes. Puede coexistir con periodos de estreñimiento.
Enuresis
El control de la orina se adquiere un poco más tarde que el control de las heces, pero entre los 2 y 5 años la mayoría de los niños lo alcanzan. En los casos que este control no se adquiere, se habla de enuresis. Esta no puede ser diagnosticada antes de los 5 años por considerarse normal hasta esta edad. La enuresis consiste en:
Emisión repetida de orina en la cama o en los vestidos (sea voluntaria o intencionada) durante por lo menos 3 meses consecutivos o que genera malestar clínicamente significativo o deterioro social, académico o de otras áreas importantes.
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