La adolescencia es un periodo turbulento de transición, en la que los niños experimentan multitud de cambios y deben enfrentarse a nuevos retos y experiencias. Dentro de estos cambios podemos mencionar, los cambios corporales que, en muchas ocasiones, pueden vivirse como ajenos o desagradables o los cambios en su rol infantil, que les obliga a renunciar a la dependencia y a aceptar obligaciones. Igualmente, son centrales los cambios en las figuras de referencia, ya que los niños comienzan a adquirir mayor independencia de los padres y a identificarse con su grupo de amigos, lo que conlleva la búsqueda de una nueva identidad.
Así, la adolescencia es una etapa de exploración y cambio pero también de contradicción y conflicto.
No todos los adolescentes viven estos cambios de la misma manera, pero claramente no se trata de una época fácil para ellos, ni tampoco lo es para los padres. En esta etapa, el menor no es un niño pero tampoco un adulto, lo cual implica que los padres deben generar nuevas estrategias de interacción con su hijo que faciliten la comunicación y educación del menor.
Todos los cambios que se producen en la adolescencia tanto en los menores como en los padres, pueden generar problemas que requieren de orientación y apoyo a las familias, y en estos casos, el psicólogo puede ayudarles a mejorar los aspectos conflictivos presentes y a aliviar la tensión y sufrimiento.
Un trastorno de la alimentación es un comportamiento desadaptativo en relación con los alimentos y el peso que daña el bienestar de una persona. Aunque todos nos preocupamos a veces por nuestro peso, las personas que tienen un trastorno de la alimentación toman medidas extremas para evitar subir de peso.
Los trastornos de la alimentación generalmente, aparecen durante la adolescencia o adultez temprana, y los más comunes son la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. Es importante prevenir conductas problemáticas para que no se conviertan en trastornos en la alimentación totalmente desarrollados. La anorexia y la bulimia, por ejemplo, suelen estar precedidas de una dieta muy estricta y pérdida de peso y el trastorno por atracón puede comenzar con comilonas ocasionales.
Estos desórdenes alimentarios pueden causar grandes daños al organismo. Los problemas físicos asociados con trastornos en la alimentación incluyen anemia, palpitaciones, pérdida del cabello y masa ósea, caries, esofagitis e interrupción de la menstruación. Además, estos trastornos también están asociados con otros trastornos mentales como la depresión, la ansiedad y el abuso de sustancias. De esta forma, cuando una conducta alimenticia comienza a tener un impacto destructivo en el desempeño de las funciones de una persona o la imagen de sí misma, es hora de consultar a un profesional de la salud mental.
Anorexia nerviosa
Muchas personas con anorexia nerviosa se ven a sí mismas como excedidas en peso, incluso cuando están delgadas. El comer, la comida y el control del peso se vuelven el centro de la vida de la persona. Personas con anorexia nerviosa generalmente se pesan varias veces, racionan la comida cuidadosamente y sólo comen pequeñísimas cantidades de ciertas comidas.
Las características principales de la anorexia nerviosa son:
– Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando la edad y la talla
– Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal.
– Alteración de la percepción del peso o la silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal.
– En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea
Existen dos tipos:
1.- Tipo restrictivo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo no recurre regularmente a atracones o a purgas (p. ej., provocación del vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas).
2.- Tipo compulsivo/purgativo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo recurre regularmente a atracones o purgas (p. ej., provocación del vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas).
Bulimia nerviosa
Presencia de atracones recurrentes y conductas compensatorias inadecuadas durante al menos 3 meses, acompañado de una autoevaluación influida por el peso y la silueta corporal.
Un atracón se caracteriza por:
1.- Ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo en cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período de tiempo similar y en la misma situación
2.- Pérdida de control sobre la ingesta del alimento (p. ej., sensación de no poder parar de comer o no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo)
Las conductas compensatorias inapropiadas son:
– Provocación del vómito, uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos; ayuno, y ejercicio excesivo.
Hay dos tipos de bulimia nerviosa:
Tipo purgativo: el individuo se provoca regularmente el vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
Tipo no purgativo: el individuo emplea otras conductas compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
La depresión es un problema serio de salud que puede afectar a personas de todas las edades, incluyendo a niños y adolescentes. Generalmente, se define como una experiencia en la que persiste una disposición de ánimo triste junto con anhedonia (pérdida de la capacidad de experimentar placer en casi todas las actividades)
Durante la infancia, este trastorno afecta igual a niños y niñas, pero en la adolescencia afecta más a las niñas que a los niños.
Puede tener su origen en diferentes factores como:
– Problemas escolares
– Depresión en los padres
– Experiencias de pérdidas o estrés, incluyendo fallecimiento de seres queridos
– Soledad
– Cambios en el estilo de vida
– Problemas en las relaciones interpersonales (amigos).
– Situaciones conflictivas en el entorno
– Haber sufrido traumas físicos o psicológicos: acoso, abusos, negligencia en el cuidado.
– Enfermedad física grave o problemas crónicos de salud.
Los síntomas de la depresión adolescente comparten muchas características con la depresión adulta pero también tiene sus características propias de este periodo evolutivo que pueden ayudar a reconocerla:
– Es más frecuente encontrarle irritable que triste o sin energía.
– Es más probable que acuda a la consulta por molestias físicas como dolor de cabeza o dolor de estómago o por la disminución del rendimiento escolar.
– Los padres se quejan de la pérdida de interés en sus juegos y amigos.
– Son frecuentes las referencias a la expresión facial y postural de sus hijos: los ven “con mala cara” o con “ojos tristes”.
– Tienen gran sensibilidad a la crítica : Los adolescentes deprimidos se ven afectados por sentimientos de inutilidad, lo cual los hace extremadamente vulnerables a la crítica, el rechazo y el fracaso;
– Se aíslan de algunas personas, pero no de todo el mundo: Mientras que los adultos tienden a aislarse cuando están deprimidos, los adolescentes suelen mantenerse en contacto con algunos compañeros. Sin embargo, los jóvenes con depresión suelen socializar menos que antes, se separan de sus padres y viejos amigos, y empiezan a salir con nuevas amistades
– Ausencia frecuente de la escuela y bajo rendimiento escolar
– Ansiedad de separación excesiva
– Enfados y sollozos espontáneos. La irritabilidad y la tristeza son dos características comunes en los pacientes que sufren depresión. En el caso de los más jóvenes, los arranques de ira y los lloros pueden surgir sin causa aparente.
– Aburrimiento crónico o apatía
– Temor excesivo o preocupación de la muerte
– Comportamientos peligrosos, temerarios
– Dificultad en mantener relaciones
– Regresión (comportamientos infantiles, volver a mojarse o ensuciarse después de haber aprendido a hacer sus necesidades en el baño)
– Baja autoestima
– Comentarios despectivos hacia uno mismo.
– Indecisión, falta de concentración, olvidos frecuentes
– Inquietud agitación y desorden en el sueño.
– Cambios en la alimentación. Los extremos también se tocan en este supuesto: perder totalmente el apetito o comer demasiado son una mala señal.
Los criterios DSM IV para el diagnóstico de depresión son:
Durante un período de al menos 2 semanas, se presenta estado de ánimo depresivo o pérdida de interés o de la capacidad para el placer junto con alguno de los siguientes síntomas:
– Pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso o pérdida o aumento del apetito casi cada día.
– Insomnio o hipersomnia casi cada día
– Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no meras sensaciones de inquietud o de estar enlentecido)
– Fatiga o pérdida de energía casi cada día
– Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados
– Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cada día.
– Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse
Los trastornos de ansiedad son frecuentes en niños y adolescentes, con una prevalencia estimada entre el 9-21%, significando un problema de salud importante. Su evolución natural, sin tratamiento, puede derivar en serias repercusiones negativas en el funcionamiento académico, social y familiar de los niños, interfiriendo de forma importante en el desarrollo. Su identificación puede ser difícil, pues en ocasiones, son expresiones exageradas o temporalmente inadecuadas de lo que se consideran reacciones normales y adaptativas: el miedo y la ansiedad.
Todos los seres vivos estamos dotados de un sistema biológico que nos permite experimentar ansiedad o temor. La emoción del miedo puede funcionar como señal de alarma y como barrera contenedora para impedir que el niño se aventure en situaciones para las que todavía no ha desarrollado las habilidades necesarias. De este modo, sentimientos como el miedo o la ansiedad ocurren de forma normal en algún momento del desarrollo. Sin embargo, en algunos casos estos miedos no cesan con el tiempo y la experiencia o presentan una respuesta exagerada y persistente, es aquí cuando hablamos de trastornos de ansiedad.
La pubertad es una etapa muy inestable y por eso los trastornos de ansiedad aparecen con más frecuencia. Si acabó la infancia, el adolescente empieza a asumir responsabilidades de la vida adulta y eso genera miedos en el joven. Las manifestaciones de ansiedad serán diferentes según la etapa del desarrollo:
– En los niños más pequeños se presenta a menudo como actividad excesiva, comportamientos estridentes y de llamada de atención, dificultades a la separación o en el momento de ir a dormir. La ansiedad manifestada puede conducir a diagnósticos inadecuados de trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), trastorno desafiante y oposicionista u otros problemas de conducta.
– Los chicos mayores o los adolescentes que son más capaces de describir sus vivencias subjetivas pueden denominarlas usando diferentes términos como miedo, nerviosismo, tensión, rabia; también pueden presentar comportamientos disruptivos o antisociales
En líneas generales los síntomas emocionales de los trastornos de ansiedad son:
Síntomas emocionales:
– Preocupación,
– Miedos
– Inseguridad,
– Dificultad para decidir,
– Pensamientos negativos sobre uno mismo
– Pensamientos negativos sobre nuestra actuación ante los otros,
– Temor a que se den cuenta de nuestras dificultades,
– Temor a la pérdida del control,
– Dificultades para pensar, estudiar, o concentrarse
– Ir de un lado para otro sin una finalidad concreta,
– Llorar,
– Quedarse paralizado
Síntomas fisicos
– Sudoración,
– Tensión muscular,
– Palpitaciones,
– Temblor,
– Molestias en el estómago,
– Sensacion de ahogo
– Sequedad de boca,
– Dificultades para tragar,
– Mareo,
– Náuseas,
Dentro de los trastornos de ansiedad encontramos:
Crisis de angustia
Aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 min:
– Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca
– Sudoración
– Temblores o sacudidas
– Sensación de ahogo o falta de aliento
– Sensación de atragantarse
– Opresión o malestar torácico
– Náuseas o molestias abdominales
– Inestabilidad, mareo o desmayo
– Desrealización o despersonalización
– Miedo a perder el control o volverse loco
– Miedo a morir
– Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo)
– Escalofríos o sofocaciones
Agorafobia
Consiste en la aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil o, donde en el caso de aparecer una crisis de angustia o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa, mezclarse con la gente o hacer cola, pasar por un puente, o viajar en autobús, tren o automóvil. Estas situaciones se evitan, se resisten a costa de un malestar o ansiedad o se hace indispensable la presencia de un conocido para soportarlas
Fobia específica
Se caracteriza por:
– Un temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p. ej., volar, precipicios, animales, administración de inyecciones, visión de sangre).
– La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad.
– Las situaciones fóbicas se evitan o se soportan a costa de una intensa ansiedad o malestar.
– Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar provocados interfieren acusadamente con la rutina normal de la persona o bien provocan un malestar clínicamente significativo.
Fobia social
La fobia social es una de las fobias más frecuentes en la adolescencia, los casos más tempranos se sitúa entre los 8 y los 12 años, encontrándose el mayor número de casos entre los 14 y los 16 años.
La mayoría de los adolescentes suele experimentar incertidumbre e inseguridad al conocer a personas nuevas pero, una vez roto el hielo, casi todos logran convertir esos encuentros en una experiencia agradable. En cambio, el niño o adolescente con este tipo de fobia tiene un miedo desproporcionado a ser juzgado o evaluado en situaciones y con personas no familiares. Esto le lleva a temer y a evitar la relación con iguales y personas desconocidas, mientras que con las personas familiares hay deseo de contacto e implicación. Las situaciones temidas más frecuentes son: hablar, leer, comer o escribir en público, miedo a jugar, a usar servicios públicos, a hablar a figuras de autoridad y a relacionarse en situaciones formales. Las reacciones emocionales desadaptativas suelen ser severas y pueden tener una gran repercusión tanto en la vida escolar como social del menor.
Habitualmente, la fobia social se confunde con la timidez pero son dos conceptos diferentes y es importante diferenciarlos. Las personas que son tímidas pueden sentirse incómodas cuando están con otras personas o tienen que hablar delante de los demás; pero éstas no experimentan la extrema ansiedad al anticipar una situación social, y no suelen evitan circunstancias que las hagan sentirse incomodas. En cambio, las personas con fobia social no tienen por qué ser tímidas. Pueden sentirse totalmente cómodas con persona conocidas la mayoría de las veces, pero en situaciones concretas, como exponer o caminar en un pasillo, pueden sentir una intensa ansiedad. Ante una exposición, las personas tímidas pueden ponerse rojos o temblar, pero se sobrepone y lo hace; además, a medida que va realizando la exposición se va sintiendo más seguro y sus síntomas de ansiedad se van minimizando. Sin embargo, el joven con fobia social intenta evitar la situación con excusas o pidiéndole a otro compañero que le haga su parte; y si lo tiene que hacer experimenta los síntomas de ansiedad con una intensa ansiedad que no cesa e incluso aumenta. Como observamos, la fobia social incapacita al menor, en cambio la timidez hay incomodidad pero no evitación ni interferencia de forma significativa en su funcionamiento diario.
Los criterios diagnósticos pare este trastorno son:
– Temor acusado y persistente por una o más situaciones sociales o actuaciones en público en las que el sujeto se ve expuesto a personas que no pertenecen al ámbito familiar o a la posible evaluación por parte de los demás. El individuo teme actuar de un modo que sea humillante o embarazoso.
– La exposición a las situaciones sociales temidas provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad
– Las situaciones sociales o actuaciones en público temidas se evitan o bien se experimentan con ansiedad o malestar intensos.
– Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar que aparece en las situaciones sociales o actuaciones en público temidas interfieren acusadamente con la rutina normal del individuo, con sus relaciones laborales, académicas o sociales, o bien producen un malestar clínicamente significativo.
Trastorno obsesivo-compulsivo
El niño con un trastorno obsesivo compulsivo sufre de la misma forma que sufre el adulto. La única diferencia es que el adulto reconoce que sus obsesiones o compulsiones son excesivas e irracionales y en el niño no tiene por qué darse este reconocimiento. No obstante, es fundamental diferenciar una obsesión de los rituales propios de la edad, ya que estos no suponen ningún problema. Dentro de estos rituales normales podemos encontrar:
– De los 3 a los 6 años aquellos relacionados con los hábitos básicos ( comer, dormir) o lúdicos ( andar a saltos, contar los pasos)
– De los 6 a los 12 años aquellos relacionados con las colecciones de objetos o las conductas supersticiosas como amuletos.
Las diferencias que existen entre los rituales propios de la edad y las obsesiones son:
– El objetivo de la actividad es lúdico y placentero, mientras en las obsesiones los rituales se realizar para aliviar el malestar
– El niño es capaz de finalizar la actividad en el momento que desee o por petición de otras personas, mientras que en las obsesiones la interrupción genera irritabilidad y malestar,
– No interfiere de forma significativa en la vida diaria del niño mientras que la obsesiones si.
– Las personas que rodean al niño no perciben la conducta como anormal.
Para el diagnóstico del trastorno obsesivo compulsivo se requiere la presencia de obsesiones y/o compulsiones que interfieren significativamente en la vida diaria
Las obsesiones se definen como:
– Pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se experimentan en algún momento del trastorno como intrusos e inapropiados, y causan ansiedad o malestar significativos
– Los pensamientos, impulsos o imágenes no se reducen a simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real
– La persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos, impulsos o imágenes, o bien intenta neutralizarlos mediante otros pensamientos o actos
– La persona reconoce que estos pensamientos, impulsos o imágenes obsesivos son el producto de su mente.
Las compulsiones se definen como:
– Comportamientos (p. ej., lavado de manos, comprobaciones) o actos mentales (p. ej., rezar, contar) de carácter repetitivo, que el individuo se ve obligado a realizar en respuesta a una obsesión o con arreglo a ciertas reglas que debe seguir estrictamente
– El objetivo de estos comportamientos u operaciones mentales es la prevención o reducción del malestar o la prevención de algún acontecimiento o situación negativos; sin embargo, estos comportamientos u operaciones mentales o bien no están conectados de forma realista con aquello que pretenden neutralizar o prevenir o bien resultan claramente excesivos
– En algún momento del curso del trastorno la persona ha reconocido que estas obsesiones o compulsiones resultan excesivas o irracionales. Nota: Este punto no es aplicable en los niños.
– Las obsesiones o compulsiones provocan un malestar clínico significativo, representan una pérdida de tiempo (suponen más de 1 hora al día) o interfieren marcadamente con la rutina diaria del individuo, sus relaciones laborales (o académicas) o su vida social.
Trastorno por estrés postraumático
Vivir una situación traumatica es difícil para cualquier persona per especialmente para aquellos que no tienen recursos personales para afrontar el trauma. Dentro de este grupo entran los niños, los cuales se convierten en una población muy vulnerable si se ven expuestos a un acontecimiento traumático.
Las características de este trastorno son la exposición a un acontecimiento traumático en el que la persona responde con horror y temor y que se acompaña de una serie de síntomas como la reexperimentación del suceso traumático, la evitación persistente de los estímulos relacionados con el trauma y aumento de la activación fisiológica.
En los niños y adolescentes más pequeños muchos de los síntomas son compartidos con los adultos pero algunos síntomas varían respecto a los mismos:
– Los niños pueden reaccionar con comportamientos desorganizados o agitación en vez de con temor y horror
– El trauma puede ser reexperimentado a través de juegos repetitivos o sueños terroríficos ininteligibles
– Pueden aparecer conductas de dependencia y ansiedad de separación.
En los adolescentes más mayores los síntomas se presentan como en los adultos y los criterios para su diagnóstico son:
La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que:
1.- la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás
2.- la persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos
Además se presentan diferentes síntomas durante al menos 1 mes entre los que encontramos:
– El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente a través de:
1.Recuerdos recurrentes e intrusivos
2.Sueños sobre el acontecimiento que producen malestar
3.Flashback o malestar intenso ante la exposición al acontecimiento traumatico.
– Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la reactividad general del individuo (ausente antes del trauma):
1.Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático
2.Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma
3.Incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma
4.Reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas
5.Sensación de desapego o enajenación frente a los demás
6.Restricción de la vida afectiva (p. ej., incapacidad para tener sentimientos de amor)
7.Sensación de un futuro desolador (p. ej., no espera obtener un empleo, casarse, formar una familia o, en definitiva, llevar una vida normal)
– Síntomas persistentes de aumento de la activación como
1.- dificultades para conciliar o mantener el sueño
2.- irritabilidad o ataques de ira
3.- dificultades para concentrarse
4.- hipervigilancia
5.- respuestas exageradas de sobresalto
Trastorno por estrés agudo
Los síntomas son similares al trastorno de estrés postraumático pero se diferencia en que dentro de los síntomas pueden darse síntomas disociativos como desrealizacion, despersonalización o amnesia y que la duración no puede ser mayor de 1 mes.
Trastorno de ansiedad generalizada
A diferencia de los adultos que sufren este trastorno, generalmente los niños y los adolescentes no se dan cuenta de que su ansiedad en determinadas situaciones sobrepasa los límites aceptables. A lo largo de sus vidas, los niños y los adolescentes que lo sufren requieren que los adultos los tranquilicen frecuentemente.
A continuación, se enumeran los síntomas más frecuentes entre los niños y adolescentes. Sin embargo, cada adolescente puede experimentarlos de una forma diferente. Los síntomas pueden incluir:
– demasiada preocupación antes de que ocurran las cosas
– demasiada preocupación por los amigos, la escuela o las actividades
– pensamientos y temores constantes acerca de su seguridad y la de su padres
– rechazo a ir a la escuela
– dolores de cabeza, estomacales u otras molestias físicas frecuentes
– preocupación excesiva acerca de dormir fuera de su casa
– aferramiento a los miembros de su familia
– sensación de tener un “nudo en la garganta”
– mayor facilidad para sobresaltarse
Los criterios diagnósticos son:
Ansiedad y preocupación excesivas sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades como el rendimiento laboral o escolar, que se prolongan más de 6 meses. Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación y se asocia a varios síntomas entre los que encontramos:
– inquietud o impaciencia
– fatigabilidad fácil
– dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco
– irritabilidad
– tensión muscular
– alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sensación al despertarse de sueño no reparador)
El consumo de sustancias psicoactivas como el tabaco, el alcohol o las drogas ilegales son uno de los principales problemas a los que se enfrenta la juventud de las sociedades occidentales. Los motivos por los que los adolescentes se inician en dicho consumo son múltiples pero, entre otros, se pueden destacar: la curiosidad por saber qué se siente, la presión que ejerce su grupo de iguales y la necesidad de sentirse aceptado y formar parte del grupo. Además, también hay ciertas conductas o factores considerados de riesgo como son tener una mala relación con la familia, la falta de disciplina, la disconformidad con los valores sociales establecidos, el bajo rendimiento escolar, la presencia de alguna psicopatología o una baja autoestima.
Es necesario intervenir en este tipo de situaciones ya que las adicciones pueden generar grandes problemas en la vida del niño ya no solo a nivel de salud sino también en su vida diaria tanto escolar, familiar como social.
Las habilidades sociales son un conjunto de conductas que nos permiten interactuar y relacionarnos con los demás, de manera efectiva y satisfactoria. Estas habilidades son algo complejo ya que están formadas por un amplio abanico de ideas, sentimientos, creencias y valores que son fruto del aprendizaje y de la experiencia.
En la adolescencia las habilidades sociales cobran una importancia fundamental, ya que es en esta etapa cuando desarrollan su personalidad, tienen la necesidad de alejarse del núcleo familiar y ser ellos mismos fuera de ese círculo. Las amistades cobran mayor importancia y tener buenas capacidades sociales, va a contribuir a su bienestar y les servirán de base para desenvolverse como adultos en la esfera social siendo la clave para tener buenas relaciones. La falta o escaso desarrollo de habilidades sociales, puede ser fuente de malestar para el adolescente ya que no le permite relacionarse de la manera adecuada.
Dentro de las habilidades sociales la asertividad es uno de los componentes fundamentales. Una persona asertiva posee una actitud de autoafirmación y defensa de sus derechos personales, incluyendo como parte de ellos la expresión de sus propios sentimientos, preferencias, opiniones y necesidades de una manera adecuada, y respetando a su vez los derechos de los demás. En ocasiones los niños y adolescentes no saben ser asertivos y frente a las situaciones sociales toman una posición bien agresiva o bien pasiva y esto genera el rechazo de los demás niños lo que conlleva otras consecuencias como la baja autoestima y el aislamiento.
Durante la adolescencia, las relaciones con las demás personas son totalmente esenciales. Es muy importante la necesidad que tiene el joven chico o chica de sentirse aceptado y parte de un grupo y empieza a hacerse muy fuerte su necesidad de agradar y resultar atractiva o atractivo a las personas del sexo opuesto. En todas estas cuestiones, la autoestima juega un papel muy importante ya que la valoración que uno tiene de si mismo será muy importante para determinar la valoración que tendrán los demás hacia nosotros mismos.
Sin embargo, y a pesar de lo importante que es la autoestima durante la adolescencia, es bastante habitual que muchas chicas y chicos no tengan una autoestima muy alta, debido a que también es un periodo muy crítico en el que las relaciones con las demás personas pueden producir un efecto muy significativo sobre la autoestima. Dicho de otra forma, si un adolescente no se siente aceptado por su grupo de amigas o amigos o no se siente atractivo para el sexo opuesto, tiene muchas probabilidades de no saber afrontar la adolescencia y desarrollar una baja autoestima. A menudo, problemas simples y típicos de la adolescencia podrían afectar mucho a algunas personas debido a que ven truncada su necesidad de sentirse aceptados y valorados por los demás. Es habitual ver adolescentes que tienen problemas de autoestima debido a problemas de acné, al exceso de peso o porque una determinada persona no los tiene en consideración o cuenta con ellos
Una persona con baja autoestima difícilmente se sentirá satisfecha y se sentirá incapaz de conseguir aquellos objetivos que la llevarían a sentirse a gusto con ella misma. La baja autoestima suele manifestarse en:
– una autocrítica constante de la persona a sí misma
– autoevaluaciones negativas
– culpa y sentimientos de inferioridad
– predicciones de fracaso
– alta frustración ante errores
– inseguridad ante situaciones cotidianas y en las relaciones interpersonales
– poca o ninguna autoafirmación ante los demás (problemas de asertividad).
Es muy importante que los padres sepan detectar estos problemas lo antes posible ya que puede interferir gravemente en su desarrollo. Sólo un joven orgulloso de sí mismo y de sus valores, que no tema decir lo que piensa y siente y que sepa luchar por lo que cree, tendrá la fuerza necesaria para anteponer sus deseos reales a la presión que pueden ejercer sus compañeros. Es decir, una alta autoestima protege al joven de la manipulación del grupo y le permite desarrollarse como individuo.
La adolescencia es una etapa de la vida difícil en la que se padece una crisis de crecimiento en todos los aspectos y donde es común evidenciar conflictos a nivel familiar ya que con frecuencia padres e hijos se ven obligados a rediseñar su propia vida y a adaptarse a las nuevas relaciones. Podemos decir que al final de la niñez, se había desarrollado un estilo de interacción profundo y estable. Sin embargo, y debido a los cambios intrapersonales en padres e hijos, la transición a la adolescencia va a representar una importante perturbación de la familia, lo que aumentará la inestabilidad del sistema. Así, incluso en las familias en las que las relaciones se habían caracterizado por la comunicación, el apoyo y el afecto mutuo comenzarán a aparecer una mayor variedad de interacciones que oscilarán entre el afecto y la hostilidad o el conflicto. El sistema familiar entrará en una fase de transición que hará posible el surgimiento de nuevos patrones relacionales que se irán estabilizando gradualmente hasta el momento en que el sistema llegue a un nuevo estado que le dará una mayor estabilidad. Por lo tanto, parece evidente que durante la adolescencia temprana muchas familias atravesarán una fase de mayor inestabilidad y conflictividad en las relaciones entre padres e hijos. Estos conflictos se originarán fundamentalmente por la discrepancia entre las distintas necesidades u objetivos que se plantean padres y adolescentes Las disputas familiares se centran principalmente en los asuntos menores de la vida cotidiana y con frecuencia estas discrepancias y discusiones son sobre temas simples, como: las tareas domésticas, la imagen, la forma de ser o modo de comportarse, deberes escolares, rendimiento académico, relaciones interpersonales, regulación de actividades interpersonales, vuelta a casa, horas de dormir, salud e higiene, uso de los víveres del hogar, administración del dinero y de los recursos para la escuela.
Cuando los conflictos familiares que conlleva la adolescencia superan las capacidades o recursos de los padres o cuando la transición ha desequilibrado el sistema sin volver a encontrar un equilibrio el psicólogo puede ayudar a la familia y al menor a solucionar los conflictos y generar pautas de interacción positivas.
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